La Habana (PL) Charles Chaplin subió por primera vez a un escenario cuando tenía cinco años, su madre había quedado afónica y él la sustituyó, descubrió entonces no solo la forma con que ganaría el sustento de toda su vida, sino el camino a la fama.
Poco tiempo después, en sus recién cumplidos 20 años, nació el Pequeño Vagabundo: apareció por primera vez en un corto en 1914 con su sombrero de bombín, pantalón holgado y chaqueta apretada, unos zapatos tres tallas más grandes y bastón de caña.
La última vez que vistió esas ropas fue en 1936, en el filme Tiempos Modernos, una película que mantiene la vitalidad de su tesis y la magia de sus gestos en esta época de cine sonoro y efectos especiales.
Hace 80 años de aquel suceso, Nueva York fue testigo de la gran premier del filme, uno de los más famosos e icónicos de ese maestro del cine mudo. Corrían tiempos de crisis, de tragos amargos después de la Gran Depresión y la cinta llegó cargada de críticas.
Quienes tenían el bolsillo lleno no la vieron con buenos ojos y a pesar de que funcionó muy bien en la taquilla norteamericana, fue mejor recibida en Europa.
Era un Charlot vagabundo diferente: uno no solo pobre, sino obrero. Si bien cambió el bastón y el sombrero y se enfundó en un overol, siguió con el mismo frenesí de defender el amor y la felicidad.
Desquiciado pero siempre simpático, resultó en una especie de Quijote moderno que enfrenta a las máquinas que lo devoran y casi termina molido por sus engranajes.
Por primera vez en la historia de su filmografía, en Tiempos Modernos Chaplin dio voz a Charlot y después de dos décadas de permanecer en silencio, el Pequeño Vagabundo canta y de qué manera.
Fiel a su deseo de expresarse en un modo que todos pudieran comprender, rompe las barreras del idioma cuando olvida la letra del tema y arma su propio galimatías musical, una exquisita jerigonza lingüística.
Chaplin pretendía incluir diálogos y todavía se conservan algunos de los archivos con pruebas de voz: al final, los resultados no lo convencieron y cambió de idea. Cuando lo sonoro aparecía como una novedad en el séptimo arte, él siguió apostando por el gesto inteligente y la mímica. Aún así, no erradicó las voces y dotó a las máquinas del poder de hablar y ordenar a los obreros.
Algunos creen que Tiempos Modernos es una crítica a la entonces naciente sociedad industrial y al «american way of life». Otros la ven como un canto optimista frente a las dificultades de aquella época.
Dicen que, a última hora, Chaplin cambió el final. Había pensado en uno mucho más triste, donde Gamine y el desempleado Vagabundo -otra vez, de traje raído, bastón y sombrero bombín- no acabaran juntos.
Pero el adiós del mítico personaje -que hizo llorar y reír por 22 años a los cinéfilos de todo el mundo- no podía defraudar a la alegría. Charles Spencer agarra la mano de Paulette Godard y se señala con el dedo índice su boca, un solo pedido: sonríe.
Y mientras suena la música de Smile, otra genialidad sonora del británico, la cámara los ve alejarse de espaldas, caminando quizás hacia la eternidad.
Porque si este maestro del humor tuviera los dones de Matusalén, hubiese cumplido 128 años este domingo 16 de abril. La verdad es que no debe envidiarle mucho al personaje bíblico mientras planta cara a la inmortalidad desde el celuloide.
Ahí quedan para los registros históricos y el deleite de los espectadores unas 80 películas suyas, además de 500 melodías propias que servían de banda sonora a sus producciones.
En 1917 construyó su propio estudio y allí rodó La quimera del oro, Tiempos Modernos y El gran dictador, que sorprendió a todos cuando finalmente Chaplin dio voz a los personajes.
De hecho, de las películas realizadas por él de 1914 a 1966 solo cinco fueron habladas.
El gran dictador estremeció, sobre todo, por su crítica frontal al régimen nazi: en pleno año 1940 provocó con su sarcasmo y frente a las narices de Adolf Hitler, quien se especula que vio la película dos veces.
Chaplin fue candidato al premio Nobel de la Paz en 1948, fue nombrado caballero comendador de la Orden del Imperio Británico en 1975 y ganó una estrella con su nombre en el Paseo de la Fama de Hollywood en 1970, pero nunca logró el premio Oscar en la categoría de actuación.
En 1920 y 1971 le dieron una estatuilla dorada como lauro honorífico, y en 1972 obtuvo el galardón a la Mejor banda sonora por el largometraje Candilejas.
Bajo acusaciones de simpatizar con el comunismo, Charles Chaplin fue expulsado de Estados Unidos en 1952 y comenzó a vivir en su residencia en Corsier-sur-Vevey, en Suiza.
Allí poco a poco se fue apagando su salud, hasta que a los 88 años, en la navidad de 1977 murió mientras dormía, así en silencio, ese mismo silencio que defendió como valiente actitud ante el cine y la vida.
Charles Chaplin, un hombre de tiempos modernos
Por Ibis Frade